Sobre las relaciones entre desarrollo capitalista, lucha de clases y organización comunista – Angry Workers

Texto original (julio de 2014)

a) Introducción

La propuesta de una organización de trabajadores se basa en suposiciones políticas –una de las cuales es que la distinción clásica entre “lucha sindical” y “lucha de partidos”, entre lucha “económica” y “política”, que aún prevalece entre nosotros, se ha convertido en un obstáculo. Esta perspectiva “partido/sindicato” permite la participación “táctica” en el trabajo sindical “institucional” a pesar de los evidentes resultados problemáticos para el desarrollo del poder colectivo de los trabajadores. Las claras deficiencias del trabajo sindical “institucional” pueden justificarse como un problema de la “primera etapa de las luchas obreras”, que se resolverá con la política de partidos que espera en la segunda etapa.

La perspectiva “sindicato/partido” también nos permite abstenernos de un análisis más profundo de las condiciones materiales y las tendencias internas de las luchas obreras, que sería necesario para explicar las limitaciones actuales. En su lugar, las limitaciones se “explican” declarando que las luchas son “economicistas” y que carecen de “conciencia política y liderazgo”. Se trata de explicaciones tautológicas que pretenden dar el crédito final al propio “papel y posición externos respecto a la lucha obrera”. Son tan poco útiles para el desarrollo del poder colectivo de los trabajadores como los llamamientos generales a la unidad de los trabajadores. La unidad de los trabajadores no es una cuestión de “organizaciones paraguas”, sino que surge únicamente de la lucha dentro de la naturaleza contradictoria del proceso de producción capitalista, que al mismo tiempo combina y segmenta a los trabajadores. Los trabajadores tienen que encontrar formas de organización que socaven materialmente la segmentación impuesta por el proceso de producción –no pueden simplemente salir y “generalizar externamente”.

Las siguientes tesis no dirán nada nuevo, sino que pretenden resumir una posición general como trasfondo para el debate sobre las luchas actuales y las tareas futuras.

b) Composición de clase y movimiento de clase

La forma de producción social determina la forma de lucha social y la visión de una “alternativa social”. Aunque esto es algo generalmente aceptado, la mayoría de las propuestas políticas de “cómo organizarse” y la mayoría de los “programas comunistas” siguen siendo poco históricos o están apegados al siglo pasado. La producción social capitalista cambia rápidamente, los centros regionales, los sectores industriales dominantes y las “figuras obreras” se transforman con cada ciclo. Dentro de este proceso ‘la clase obrera’ cambia, tenemos que hablar de ‘composiciones de clase’ específicas durante ciclos específicos. La ‘composición de clase técnica’, como forma históricamente dominante del proceso de producción social, contiene el proceso y el potencial de la ‘composición de clase política’ – la forma del movimiento de clase1.

Por “composición técnica” entendemos la forma histórica real de cómo los trabajadores cooperan dentro de un proceso de división del trabajo mediado por la maquinaria y configurado por diferentes niveles de desarrollo; cómo el proceso de producción inmediato se relaciona con el proceso social más amplio de (re)producción y las formas y niveles de consumo; cómo las habilidades individuales formales se relacionan con las habilidades sociales más amplias de los trabajadores necesarias para realizar el trabajo; cómo las diferentes categorías y secciones de trabajadores se unen y se segmentan; cómo el conflicto de clase se media institucional y culturalmente.

Por “composición política” entendemos el proceso de cómo la “clase obrera” y la “unidad de los trabajadores” se forman realmente a partir de las condiciones materiales y las experiencias de las luchas: la forma concreta de organización de la lucha que desarrollan los trabajadores basándose en la naturaleza colectiva del proceso de producción capitalista, superando su naturaleza segmentadora; las reivindicaciones concretas y la crítica social más amplia que surge de las condiciones concretas y de las “aspiraciones de productividad” –una relación históricamente específica entre trabajo vivo y trabajo muerto; la forma en que las luchas particulares se relacionan entre sí y se convierten en un movimiento generalizado debido a la dimensión social de la producción y a las condiciones generales dentro de un ciclo capitalista; cómo esta generalización tiende a producirse a través de las luchas dentro de las industrias centrales que pueden expresar una fase avanzada del conflicto entre el capital y los trabajadores; basándose en esta relación entre los sectores centrales y la sociedad en general, se forman formas específicas de organizaciones “económicas y políticas” (consejos, asambleas) del movimiento de clase y pueden expresar una “alternativa social” específica, un comunismo históricamente específico.

c) Composición de clases y periodización

Aunque la periodización histórica encierra cierto peligro de volverse esquemática, podemos afirmar que, por ejemplo el ciclo de transformación del trabajo agrícola y del pequeño campesinado al trabajo urbano e industrial se correspondió con la formación de “partidos comunistas” como organizaciones puente2, la primera etapa del trabajo industrial manufacturero cualificado dio origen a organizaciones obreras “consejistas” y “sindicalistas revolucionarias”, y el periodo de las grandes industrias “fordistas”, más integradas en la sociedad general hizo surgir formas organizativas de “trabajadores de masas”, como asambleas generales y coordinaciones políticas más amplias con una “visión comunista” bastante diferente de las anteriores perspectivas de “autogestión”3.

En este sentido, los “potenciales revolucionarios” de las luchas y movimientos se inscriben en el propio proceso de producción social. Las actividades comunistas tienen que relacionarse con las “brechas” entre estos potenciales sociales materiales dados y las luchas concretas en curso –por último, pero no por ello menos importante, haciendo referencia a las experiencias en otras regiones o del pasado cercano. El reto reside obviamente en el hecho de que la “composición técnica” está en constante cambio y que existe una relación dinámica entre la composición técnica y la política. La abrumadora rapidez y amplitud espacial de estos cambios explica en parte el repliegue de la izquierda hacia “modelos organizativos fijos”, de los “partidos” al “sindicalismo”. Lo que entonces tenemos que proponer a la clase obrera viva de hoy es un peso muerto de épocas pasadas.

d) Composición de clase y desarrollo capitalista

Las formas de poder colectivo que los trabajadores desarrollan sobre la base de su combinación dentro del proceso de producción se ven constantemente socavadas por el intento del capital de ‘descomponer’: externalización, desmantelamiento, introducción de nuevas tecnologías y métodos de producción que requieren nuevas cualificaciones, deslocalización a otras regiones del globo, introducción de nuevas categorías de trabajadores con diferentes orígenes, etc. El carácter dinámico del capitalismo y del “desarrollo” en general no se explica tanto por las “fuerzas del mercado” o la “codicia abstracta de superbeneficios”, sino por esta relación dinámica entre la lucha y los cambios en la producción como respuesta. El capitalismo contiene el conflicto de clases a través de saltos en el desarrollo. Esto implica que la “descomposición” (la segmentación de la clase obrera en el proceso de producción) se realiza de una manera que la recompone en un nivel superior de productividad social. El capitalismo no se limita a “aislar” a los trabajadores en respuesta a sus “esfuerzos unidos”, sino que los aísla mediante una forma específica de socialización.

e) Contradicción económico-política de la cooperación productiva

El capital se ve obligado a acumular, no tanto por “competencia interna”, sino para poder responder a la lucha obrera con un aumento de los niveles de consumo de los trabajadores, al tiempo que aumenta su explotación. Para “descomponer” las fortalezas obreras y recombinar el trabajo social a un nivel superior, aumentan los costes generales de la maquinaria. El mayor uso de maquinaria y su mayor participación en los costes totales de producción es una expresión de cómo el capital pretende contener la lucha de clases. Aquí encontramos la contradicción “económica” y “política” combinada en el proceso de producción, ante los ojos de los trabajadores y contenida en sus experiencias: desde un punto de vista “económico” es necesaria una cooperación fluida y estrecha entre los trabajadores para aumentar la productividad social. Bajo unas relaciones de clase sociales dadas, la “cercanía productiva” del productor social contiene un “peligro político”. A pesar del hecho de que dificulta la productividad social, de lo que cualquier trabajador es muy consciente, el capital tiene que segmentar el proceso de producción ‘políticamente’, ya sea a través de la división inmediata del trabajo, la división entre trabajo intelectual y manual, entre sectores, entre regiones, diferentes esferas de producción y reproducción, entre regiones desarrolladas y subdesarrolladas, sector privado y sector estatal y entre naciones. Esta es la esfera de la teoría comunista, comprender y revelar las “formas sistémicas políticas” basadas en las experiencias directas de los trabajadores.

La “segmentación política” del proceso de producción social no es una mera cuestión de control y dominación de la clase obrera. Es también una exigencia política del capital para obtener su mayor legitimación social y su ‘fetiche’: ser visto como condición previa de la producción social. El capital reúne a los trabajadores individuales dentro de un proceso de producción industrial que no puede ponerse en marcha a menos que se combine el trabajo. La combinación se produce “bajo el capital”, la productividad social resultante parece la productividad del capital. El hecho de que millones de nuevas conexiones de producción global se establezcan ‘a través del capital’ es la principal espina dorsal social de la explotación y del sistema de clases. Lo que parece una astuta táctica de divide y vencerás crea miles de pequeños contratiempos en el proceso de producción, miles de problemas y descoordinaciones. Que las cosas funcionen sin problemas a pesar de todas las barreras impuestas depende en gran medida de los trabajadores (improvisación, creatividad, superación de problemas) –que individualmente podrían percibir estos problemas como problemas de “mala gestión”. También en este caso las organizaciones de trabajadores tienen que revelar la naturaleza sistémica.

Este “fetichismo del capital” (el capital como condición previa de la producción) sólo puede socavarse revelando la dimensión social y política del proceso de producción –interrumpiéndolo en la lucha. Para obtener incluso las más mínimas “victorias” y ganancias económicas, los trabajadores se ven cada vez más obligados a presionar más allá del nivel inmediato de su empresa. Si el trajín diario de las cadenas de suministro globales empieza a tambalearse, porque los trabajadores de un eslabón interrumpen el flujo de producción, esto nos da un momento para crear relaciones directas. Las actividades comunistas tienen que referirse a la “existencia práctica” del “trabajador colectivo” –la totalidad de la cooperación social necesaria para producir, la fuerza viva antagónica dentro de la relación de producción capitalista. El “trabajador colectivo” es el punto de referencia necesario para ganar poder en cualquier lucha por reivindicaciones inmediatas y bases materiales para una transformación social radical general a escala mundial. En este sentido, el “trabajador colectivo” es un concepto más histórico, material y dinámico para analizar el proceso entre las luchas particulares y el potencial político de cambio que la noción de “clase en sí y para sí”, que deja un vacío en la transformación, generalmente llenado con términos vagos de conciencia.

f) Generalización y ciclo capitalista: Auge y crisis

Ha habido poco debate histórico sobre la relación entre la lucha de clases, el cambio del sistema de producción y el ciclo capitalista más amplio en términos de “auge y crisis”4. Los debates se han desarrollado por separado sobre ciclos de productos o tecnológicos, sobre ciclos de “expansión” y financiarización. La cuestión de si los trabajadores se enfrentan al auge o a la crisis, expresada en parte a través de las condiciones del mercado laboral, repercute obviamente en la cuestión de cómo pueden luchar, de cómo sus luchas pueden generalizarse y plantear la cuestión de una alternativa social. Las cuestiones sistémicas surgen principalmente en momentos en los que la clase obrera todavía contiene el poder estructural y las aspiraciones de un periodo de “expansión”, que también abrió espacio para la crítica generalizada de la “forma alienante y despótica de expansión”, pero se enfrenta a una crisis que erradica la esperanza de “un futuro mejor”, a pesar de los potenciales todavía flagrantes de productividad social. El periodo comprendido entre 1968 y 1977 es un ejemplo, lo más probable es que hoy nos enfrentemos a una situación similar a escala más global.

Con la actual crisis global se hace cada vez más difícil para el capital presentarse como condición previa y coordinador de la producción: la cooperación productiva social capitalista tiene que pasar por los frágiles canales de las empresas, los mercados, el dinero. En condiciones de crisis la cooperación se rompe, pequeños eslabones de la cadena quiebran, millones de personas son arrojadas al paro, millones son obligadas a trabajar hasta la extenuación total. Se supone que los “gestores” son los responsables de “coordinar” la cooperación de miles de millones, pero cada vez están más atrapados en sus “pequeños eslabones de la cadena”, ya sean sectoriales o regionales. Su única respuesta a la crisis –el rescate seguido de la austeridad– agrava las condiciones.

Los gestores del capital intentan imponer la austeridad frente al potencial manifiesto de abundancia. Sólo pueden tener éxito mientras sean capaces de separar la experiencia social del trabajo sobreproductivo de la pobreza del des/ subempleo. Obviamente, esta separación no adopta una forma pura de “clase obrera empleada” por un lado, “proletariado empobrecido” por otro. Esta separación aparece en sus diversos matices de desarrollo y subdesarrollo, de alta tecnología e intensidad de mano de obra, de privación regional y centros de auge, de trabajadores respetables y lumpen, de asalariados y despedidos. Esta separación aparecerá en todos los colores étnicos imaginables. Con la desaparición de las antiguas clases intermedias, con la muerte social del campesinado y de los artesanos en el Sur global, con la desaparición de las clases medias autoempleadas y educadas y de la pequeña burguesía, el capital tiene que enfrentarse a sí mismo. Aunque en esencia es el coordinador violento del trabajo social –la “globalización”, las cadenas de suministro internacionales, etc.– en esta crisis más que nunca el capital tiene que ocultar y segmentar el carácter global de la cooperación social de la clase obrera global emergente. En el intento de segmentar y recombinar, el capital se convierte en una carga para la cooperación social. Se interpone en su propio camino. Por lo tanto, el reto para los comunistas de la clase obrera es señalar la “separación política” del desarrollo (productividad social) y el subdesarrollo (pobreza), el potencial de la abundancia frente a la cruda miseria. Para ello tendremos que reconsiderar los viejos conceptos utilizados para describir la relación entre centro y periferia, por ejemplo, el concepto de “imperialismo”, “Tercer Mundo”, etc., que parecen romos para analizar la composición de clase global emergente.

g) Cuestión sindical

Sobre el trasfondo del proceso de “descomposición y recomposición de clase” podemos ver fácilmente que el problema de la lucha sindical no son simplemente sus “formas antidemocráticas burocráticas” o sus limitadas “reivindicaciones económicas”. El marco formal y legal de la organización sindical no permite a los trabajadores organizarse al mismo nivel y alcance que el capital intenta tanto combinarlos como desorganizarlos. Mientras que las empresas modernas combinan a los trabajadores más allá de las categorías, la empresa, el sector y los límites nacionales, los sindicatos no pueden reflejar este alcance ni la rapidez de los cambios. Además, tienen que ceñirse a formas de lucha legalmente prescritas que, por definición, mantendrán a los trabajadores subyugados al terreno de juego del Estado y el capital. Entre los comunistas no habrá mucho desacuerdo sobre estos hechos.

El desacuerdo se refiere más bien a la cuestión de la relación entre lucha “económica” y lucha “política”, entre “lucha sindical” y “organización partidaria o política”5. Sin entrar en detalles podemos afirmar que la posición que percibe la lucha “económica” y “política” de la clase obrera como dos etapas separadas –y por lo tanto el “partido” como una especie de complemento político de los sindicatos– tiene sus orígenes en una etapa históricamente específica del desarrollo de las relaciones de clase capitalistas: una etapa temprana. La concepción leninista tradicional se basa en unas condiciones sociales en las que la producción industrial y la clase obrera eran todavía marginales, en las que el Estado no participaba mayoritariamente en las relaciones industriales, en las que existía todavía una brecha importante entre la fábrica y la reproducción social más amplia (escuelas, ciencia), en las que el proceso de producción inmediato podía considerarse principalmente una ‘esfera económica’ con escasa conexión con el resto de la sociedad y la ‘política’.

Desde Lenin, con el desarrollo de un “Estado planificador” (industrias estatales, intervención directa en la planificación y las relaciones industriales, etc.) como extensión de la planificación de la fábrica a la sociedad, con la extensión de la forma de producción industrial “científica” a todas las esferas de la vida social y con la clase obrera convertida en mayoría social, la cuestión de qué es “económico” en el proceso de producción social y qué es “político” ha cambiado obviamente. Con estos cambios también se ha transformado drásticamente el papel institucional de los sindicatos. De ser una “escuela” de trabajadores en un proceso aparentemente gradual hacia la “conciencia política”, han quedado reducidos a instituciones que –frente a la vasta extensión del proceso de producción social– están legal y formalmente confinadas a una esfera social muy estrecha. Su principal influencia se basa en la necesidad del capital de controlar el desarrollo de la productividad asalariada. En estas condiciones, mantener la noción clásica de Lenin de una distinción más bien esquemática de la lucha económica y política tendrá resultados negativos.

h) De la lucha obrera a la transformación social

El modelo clásico en dos etapas de formación de “sindicatos” y “partidos políticos” hace imposible descubrir las “contradicciones revolucionarias” dentro de la cooperación productiva social. Se trata de una desarticulación, en lugar de elevar a un nivel superior de conciencia: limitados al marco sindical, los trabajadores no podrán generalizar sus luchas a lo largo de las líneas de sus relaciones productivas ya existentes y la “generalización política” a través del partido se produce en la mayoría de los casos desvinculada de la producción social en la “esfera política” (acampadas, movilizaciones, etc.).

La generalización dentro de la propia producción social es la principal condición previa para socavar materialmente las segmentaciones y el “fetichismo del capital” (el capital como organizador de la sociedad). Es la “lucha económica” a través de la cual los trabajadores tienen que descubrir la naturaleza política de la producción capitalista –el contenido de clase de la ciencia, la tecnología, las instituciones. Este proceso masivo de descubrimiento no se puede eludir, la “generalización” no se puede atajar a través de los diversos canales que tiene la política burguesa: del sindicalismo al parlamentarismo, de la política de identidad al regionalismo o nacionalismo.

El movimiento de clase tendrá que desarrollar su organización siguiendo las líneas de las conexiones productivas globales y cambiar materialmente estas conexiones: en su fase intensiva, la lucha de clases tendrá que crear simultáneamente las (pre)condiciones para “la producción del comunismo”. Las luchas obreras no sólo “atacarán al capital y al Estado” mediante la retirada del trabajo social: las huelgas interrumpirán la reproducción social hasta un grado existencial y obligarán así al movimiento de clase a reorganizar la producción y la circulación mientras lucha. En esta fase de la lucha de clases podremos descubrir no sólo cómo el trabajo social está globalmente integrado, sino también que la mayor parte del trabajo social en el capitalismo es superfluo –nadie se quejará de la falta de llamadas para estudios de mercado o de suministro de abrelatas eléctricos. Se liberará una enorme masa de energía y creatividad humanas. Al mismo tiempo, el movimiento de clase se enfrentará a la cuestión de cómo reorganizar la producción de una forma que no sólo garantice la subsistencia efectiva, sino que también extienda la “autoorganización de la lucha” a una autoorganización de la producción social: abolición de la división jerárquica del trabajo y del desarrollo desigual. La revolución no es sólo un acto de “aplastar/tomar el poder”, sino de revolucionar las relaciones sociales, de deshacerse de la contradicción entre lo individual y lo social transformando materialmente cómo (re)producimos nuestra existencia social. En este sentido es lógico que la perspectiva ‘sindical/partidaria’ también disocie la ‘revolución’ de la ‘producción del comunismo’ y vea al comunismo más bien como una ‘política’ que puede ser introducida.

La concepción leninista de la lucha “sindical” y “partidista” se basaba en una sociedad industrial/agrícola menos desarrollada. La expresión práctica de esta noción se reveló cuando el nuevo Estado (bolchevique) desmanteló los Soviets, las organizaciones económico-políticas de los trabajadores, durante los primeros años después de la Revolución Rusa6. Las “Nueva Política Económica” (industrialización fordista más incentivos de “mercado”) de la época requerían imponer “un estricto régimen centralizado en la fábrica y en la sociedad”. Podemos discutir sobre la “necesidad histórica” de esta política, por ejemplo, la necesidad histórica de apaciguar al emergente campesinado medio o de mantener un ejército permanente, el hecho es que para imponer este régimen el nuevo estado obligó a los trabajadores a renunciar a su poder económico-político en forma de los soviets. El nuevo Estado reintrodujo estratégicamente una separación: los trabajadores debían acudir a los “sindicatos” para sus “necesidades económicas” y al “partido” para la dirección política. De este modo se socavó el poder colectivo productivo de los trabajadores y se extinguió la fuerza motriz de la revolución. Esta fue la degeneración.

i) Tareas y continuidad de las organizaciones obreras

Sobre este trasfondo sostenemos que existe una continuidad entre las organizaciones “económico-políticas” actuales –desde el nivel más ínfimo de los talleres y las áreas industriales– y estas futuras organizaciones “económico-políticas” de la revolución comunista7. En una sociedad capitalista moderna no puede haber una brecha conceptual-organizativa entre las formas embrionarias y las desarrolladas. Las organizaciones de trabajadores tienen que encontrar respuestas colectivas prácticas dentro de las luchas diarias de los trabajadores de una manera que siempre mantenga abierta la posibilidad de expansión y generalización –hacia el “trabajador colectivo”. Las medidas colectivas coordinadas tienen que ser capaces de “aliviar” a los trabajadores aquí y ahora ayudándoles a conseguir “victorias” concretas, al tiempo que se refieren organizativa y conceptualmente a la necesidad de la revolución social. Tienen que utilizar el diminuto alcance de la “anticipación” (cuestión de qué formas de luchas o reivindicaciones podrían ayudar a catalizar y generalizar las luchas en el tiempo y el espacio concretos) basándose en el conocimiento sobre las luchas actuales y su posición dentro de la producción social más amplia. Tienen que utilizar el alcance global actual de las luchas para construir vínculos internacionales que sobrevivan al flujo y reflujo de las luchas particulares y puedan llegar a una perspectiva y una práctica organizada verdaderamente globales. En este sentido, las organizaciones de trabajadores no son las “organizaciones a través de las cuales lucha la clase obrera”, sino organizaciones que apoyan las tendencias hacia la autoorganización y la emancipación en las luchas y movimientos a medida que se producen.


2 Loren Goldner argumenta esta tesis en su texto sobre la relación general entre el desarrollo capitalista y la revolución agraria: http://libcom.org/library/communism-is-the-material-human-community-amadeo-bordiga-today

3 Dos textos esenciales sobre la cuestión de la evolución de las composiciones de clase y las formas cambiantes del “movimiento comunista”: http://libcom.org/library/class-composition-sergio-bologna

http://libcom.org/library/tribe-of-moles-sergio-bologna

4 Uno de los pocos intentos se ha llevado a cabo en “Forces of Labor”, de Beverly Silver.

http://www.wildcat-www.de/dossiers/forcesoflabor/fol_preface.htm

http://www.wildcat-www.de/dossiers/forcesoflabor/fol_dossier.htm

5 Texto esencial del Mouvement Communiste sobre la “cuestión sindical”:

http://mouvement-communiste.com/documents/MC/Letters/LTMC0311EN.pdf

7 La experiencia de las coordinaciones obreras en Italia en los años 60-70 ilustra el carácter “económico-político” y la cohesión entre lucha directa y organización revolucionaria: http://libcom.org/history/porto-marghera-%E2%80%93-last-firebrands